viernes, 23 de agosto de 2024

El otro cementerio

 

El otro cementerio 

       La noche con su manto oscuro cubría el celaje huamantanguino y los más resistentes pobladores daban los últimos brindis culminando una de las más celebradas festividades patronales. En el despacho del teniente, dos extraños acusados de robo de ganado notaron que por ratos se quedaban sin resguardo así que aprovechando una distracción de su guardián muy sigilosamente caminaron hacia la puerta y ganaron la calle escondiéndose en una casa abandonada.

         Asustados y en voz baja debatían hacia donde fugar y luego de analizar las opciones optaron por tomar la ruta que iba a Quipán ya que la otra era la más probable para seguirlos. Caminando a hurtadillas iniciaron el recorrido tratando de hacer el menor ruido posible, aparentemente no fueron vistos y todo parecía jugar a su favor. Casi media hora después el vigilante al darse cuenta de la desaparición avisó a los demás comuneros quienes a pesar del estado en que se encontraban se organizaron para la búsqueda y captura de ambos fugitivos y lo primero que presumieron es que de seguro tomaron la ruta que baja a la carretera central. Estaban a punto de partir cuando una de las comuneras comunica que escuchó el ladrido de los perros al otro lado del pueblo por lo que deciden hacer dos frentes partiendo un grupo para cada ruta.

         Era casi la medianoche cuando los dos imputados llegaron a Quipán y pensando que de haberse enterado de la fuga podrían haber bloqueado los caminos decidieron rodear el pueblo caminando por el otro extremo. Entonces pasaron cerca al cementerio y tomaron la bajada que va tras la iglesia y la explanada posterior de la casa comunal donde al escuchar el ladrar de unos perros en una calle aledaña, muy asustados, lo primero que se les ocurrió fue trepar la pared y esconderse en esa aparente tranquila planicie.

         Cansados y exhaustos se cobijaron en una de las esquinas quedándose profundamente dormidos. Al poco rato, justo a la medianoche, despertaron cuando sintieron ruidos extraños y un inusual aroma que inundaba el ambiente. Lo que sus ojos veían no podían creerlo.

         La explanada se había convertido en un cementerio donde abundaban cruces sobre tumbas humeantes bajo un tenebroso cielo, susurros lejanos y sombras casi humanas que parecían moverse de un lado a otro acercándose a ellos en forma amenazante.

         En medio de esa tiniebla, sin pensarlo dos veces, horrorizados y con los pantalones mojados con desesperación treparon la cerca y corrieron a la plaza subiendo las gradas para aferrarse a la puerta de la iglesia implorando auxilio y rezando en voz alta.

         El laberinto ocasionado despertó a los pobladores quienes, al llegar a la plaza, coincidiendo con el grupo de perseguidores que venía de Huamantanga, encontraron a los dos fugitivos exhaustos y a punto de desmayarse. Sorprendidos todos intentaban hallar respuesta de lo ocurrido, pero ambos solo respondían con palabras balbuceantes y entrecortado: “…el otro, el otro cementerio…”.

Junto al fogón, relatos de vida y del alma.

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