lunes, 20 de junio de 2022

El desaparecido

El desaparecido

Era ya muy tarde cuando doblaron las campanas en la villa. Junto al frío y la presencia del ocaso los pobladores recibían la noticia del fallecimiento de don Jacinto. Este señor no tenía familia, solo una casa ubicada en los bajos, cerca al barrio de Uncho.

            Muchos rumores se escuchaban de este personaje, algunos decían que tenía pacto con el diablo ya que nunca lo vieron asistir a las misas y siempre andaba por las noches con botas y ropa oscura, abrigado con un poncho negro y un extraño sombrero de paño color oscuro. También se decía que jamás lo notaron persignarse al pasar delante de las cruces que se ubicaban a un lado del camino. Otros recordaban que lo encontraban en las calles que se dirigían al cementerio.

            Aquella tarde, al replicar las campanas un extraño miedo se apoderó de los pobladores. A pesar de ello, con mucha cautela, se acercaban al lugar de la velación para realizar un breve rezo y dejar unas velas, retirándose de manera inmediata. La llegada de la noche acrecentó el temor sumado al agudo e incesante aullar de los perros.

            Al siguiente día, al no existir familiares que se hagan cargo del finado las autoridades organizaron el sepelio. Cuando llegó la tarde el cortejo fúnebre partió acompañado de algunos pobladores que se vieron obligados a asistir. Conforme avanzaban el peso del ataúd aumentaba haciendo más lento el desplazamiento de los cargadores. Con denodado esfuerzo lograron subir las gradas y llegar al atrio de la iglesia.

            Luego de un breve rezo el cortejo fúnebre reinició el recorrido subiendo la calle que lleva a los altos y, otra vez el peso del ataúd iba en aumento. Tras arduos esfuerzos lograron avanzar hasta llegar a la entrada de la alameda que da acceso al cementerio. Para el último descanso bajaron el féretro y cuando se disponía el cantor a realizar el responso un olor extraño comenzó a inundar el ambiente acompañado de una fría brisa que avanzaba formando remolinos que en un principio eran leves, pero luego se volvió intenso afectando a todos los presentes. Todo ello hacía insoportable permanecer en el lugar.

            Extrañados y muy asustados por lo que ocurría imploraron protección a la Cruz de Pucará, y a todos los santos, pero la situación empeoraba así que optaron por echar a correr despavoridos dejando abandonado y en el suelo el ataúd con el finado. Los últimos rayos del sol comenzaban a desaparecer y ninguno se atrevió a regresar. La noche se hizo interminable y el aullar de los perros se repitió, esta vez con mayor intensidad.

            Al día siguiente, muy temprano volvieron al lugar a fin de culminar lo iniciado y dar cristiana sepultura al féretro con el cuerpo inerte de don Jacinto. Grande fue la sorpresa al no encontrarlo donde lo habían dejado. El negro ataúd de madera que contenía al finado había desaparecido y no quedaba ni un solo rastro que haría suponer que tal vez fue arrastrado o llevado por alguien. Todos se miraban tratando de encontrar una explicación a aquel extraño suceso, pero no obtenían respuesta.

            Desconcertados se persignaron ante la cruz, dieron media vuelta y en medio de un silencio sepulcral tomaron el camino de retorno a casa quedando el lugar por mucho tiempo desolado. Solo el verde madero, erguido sobre la peaña, guarda el secreto de lo ocurrido.

                                      "Junto al fogón, relatos de vida y del alma"

Carlomagno cabalga en los Andes

 


Fuente: Boletín 6 del CRQ

https://drive.google.com/file/d/1121axBDs2mPQtZLONSlwzBhiWZziDy0i/view?usp=sharing

Danza Los Abuelitos De Quipán - MINCETUR

  https://consultasenlinea.mincetur.gob.pe/fichaInventario/index.aspx?cod_Ficha=7213