martes, 27 de agosto de 2024

Coca y chicha en el mundo colonial, Canta en los siglos XVI-XIX



Resumen: Durante la década del 60 del siglo pasado cobraron impulso las investigaciones sobre la historia andina colonial (Murra, Espinoza, Duviols, Rostworowski) empleando nuevas fuentes documentales (visitas, composiciones de tierras, litigios de tierras, juicios de residencia, testamentos), ampliaron el panorama que mostraban las crónicas sobre el periodo prehispánico tardío y la etapa colonial.

En Canta, Pedro Villar Córdova y Teodoro Casana investigaron tempranamente los asentamientos prehispánicos en los Atavillos. A estas investigaciones se sumó María Rostworowski con su trabajo sobre los señoríos indígenas y los campos de coca y Jorge Silva con su trabajo sobre el curacazgo de Quivi.

1. Introducción La invasión española de los andes centrales produjo la destrucción de las instituciones estatales incas; las tradiciones y religiones andinas fueron desplazadas por el culto cristiano en su variante católica. Los cultos religiosos nativos no fueron considerados por los sacerdotes católicos como tales sino que fueron demonizados y vistos como simples idolatrías, meros engaños del demonio. Durante la dominación colonial los españoles, mediante un temprano proceso de evangelización, trataron de destruir la cosmovisión andina y reemplazarla por la tradición occidental y la fe católica. Este proceso fue llevado adelante por los curas doctrineros quienes intentaron “extirpar” las creencias andinas, sin embargo no pudieron conseguirlo totalmente y la tradición y religión andina resistieron la política colonial resignificando la tradición occidental, produciéndose un sincretismo cultural entre los elementos andinos y occidentales. La invasión de los Andes comprendió además un proceso de adaptación del indígena a las nuevas condiciones políticas, económicas, sociales y culturales que les fueron impuestas por el orden colonial. La prédica de los curas doctrineros supuso no sólo la presencia implacable de la doctrina y moral cristianas en su variante católica, sino también reflejó el predominio de un grupo social cuyas creencias, rituales, costumbres, fueron exclusivos y excluyentes de las prácticas andinas. Los cultos andinos a los que los españoles denominaban idolatrías fueron perseguidos ya que perturbaban la nueva realidad; una expresión de estas prácticas son los procesos de extirpación de idolatrías llevados a cabo en el Perú y específicamente en Canta. Dentro de este contexto nos interesa conocer la importancia y significado que tuvieron tanto de la hoja de coca como la chicha en el mundo andino colonial, registrar su funcionalidad en las actividades cotidianas y en los rituales andinos, a través del análisis de los datos proporcionados por las crónicas coloniales y los documentos de archivo especialmente los de extirpación de idolatrías durante los siglos XVI a XIX. La producción y el consumo de coca y de chicha que en la época prehispánica tuvo una importancia ritual fueron trastocadas en la sociedad colonial, se secularizó su consumo adaptándolo a las necesidades de la administración colonial. Además, su consumo se convirtió en un signo de marginación de la población nativa, ya que los españoles importaron animales y cultivos del viejo mundo y preferentemente no consumieron productos nativos. A pesar de la persecución de la iglesia a través de los curas doctrineros, el consumo ritual de la coca y de la chicha, se mantuvo entre la población indígena, adaptándose a las nuevas condiciones sociales y expresando una forma de resistencia pasiva a la dominación colonial. 


lunes, 26 de agosto de 2024

Ley General de Comunidades Campesinas - N° 24656

La Ley general de comunidades campesinas, o Ley n°. 24656, es una normativa peruana publicada el 14 de abril de 1987 que declara de necesidad nacional e interés social y cultural el desarrollo integral de las comunidades campesinas del país.

Definición:

Las comunidades campesinas son organizaciones de interés público, con existencia legal y personería jurídica, integradas por familias que habitan y controlan determinados territorios, ligadas por vínculos ancestrales, sociales, económicos y culturales, expresados en la propiedad comunal de la tierra, el trabajo comunal, la ayuda mutua, el gobierno democrático y el desarrollo de actividades multisectoriales, cuyos fines se orientan a la realización plena de sus miembros y del país.

Estructura del contenido:

La ley consta de 10 títulos, 44 artículos y 5 disposiciones finales. Los títulos son los siguientes:

Título I - Disposiciones generales

Título II - Funciones

Título III - De los comuneros

Título IV - Del territorio comunal

Título V - Régimen administrativo

Título VI - Del trabajo comunal

Título VII - Régimen económico

Título VIII - Régimen promocional

Título IX - Del Instituto Nacional de Desarrollo de las Comunidades Campesinas —INDEC— y el Fondo Nacional de Desarrollo Comunal —FONDEC

Título X - Disposiciones finales y transitorias

Descargar:

https://www2.congreso.gob.pe/sicr/cendocbib/con3_uibd.nsf/1DAB0BF2E43B8FBB0525797B006DE3C0/%24FILE/1_LEY_24656_Ley_General_Comunidades_Campesinas_SPIJ.pdf

domingo, 25 de agosto de 2024

La muña

Muña: la planta medicinal de los Andes peruanos que combate la gastritis, alivia las enfermedades respiratorias y fortalece los huesos

Originaria de los Andes, la muña fue utilizada desde la época incaica, para tratar diversas afecciones  relacionadas con problemas estomacales, respiratorios y óseos.









De acuerdo con la mitología inca, la enseñanza sobre las propiedades de las plantas medicinales fue impartida por “Imay-Mama Wiracocha”, quien enseñó a los hombres a diferenciar entre plantas curativas y venenosas, además de dar nombre a todos los árboles, flores, frutos y animales.

Asimismo, en el antiguo Perú, la medicina se entendía como una intervención divina, dividida en dos facetas: mágico-religiosa y empírico-racional, personificadas por chamanes y curanderos. La muña, entre otras plantas, ocupaba un lugar destacado en estas prácticas.

https://www.infobae.com/peru/2024/07/31/muna-la-planta-medicinal-de-los-andes-peruanos-que-combate-la-gastritis-alivia-las-enfermedades-respiratorias-y-fortalece-los-huesos/











viernes, 23 de agosto de 2024

El otro cementerio

 

El otro cementerio 

       La noche con su manto oscuro cubría el celaje huamantanguino y los más resistentes pobladores daban los últimos brindis culminando una de las más celebradas festividades patronales. En el despacho del teniente, dos extraños acusados de robo de ganado notaron que por ratos se quedaban sin resguardo así que aprovechando una distracción de su guardián muy sigilosamente caminaron hacia la puerta y ganaron la calle escondiéndose en una casa abandonada.

         Asustados y en voz baja debatían hacia donde fugar y luego de analizar las opciones optaron por tomar la ruta que iba a Quipán ya que la otra era la más probable para seguirlos. Caminando a hurtadillas iniciaron el recorrido tratando de hacer el menor ruido posible, aparentemente no fueron vistos y todo parecía jugar a su favor. Casi media hora después el vigilante al darse cuenta de la desaparición avisó a los demás comuneros quienes a pesar del estado en que se encontraban se organizaron para la búsqueda y captura de ambos fugitivos y lo primero que presumieron es que de seguro tomaron la ruta que baja a la carretera central. Estaban a punto de partir cuando una de las comuneras comunica que escuchó el ladrido de los perros al otro lado del pueblo por lo que deciden hacer dos frentes partiendo un grupo para cada ruta.

         Era casi la medianoche cuando los dos imputados llegaron a Quipán y pensando que de haberse enterado de la fuga podrían haber bloqueado los caminos decidieron rodear el pueblo caminando por el otro extremo. Entonces pasaron cerca al cementerio y tomaron la bajada que va tras la iglesia y la explanada posterior de la casa comunal donde al escuchar el ladrar de unos perros en una calle aledaña, muy asustados, lo primero que se les ocurrió fue trepar la pared y esconderse en esa aparente tranquila planicie.

         Cansados y exhaustos se cobijaron en una de las esquinas quedándose profundamente dormidos. Al poco rato, justo a la medianoche, despertaron cuando sintieron ruidos extraños y un inusual aroma que inundaba el ambiente. Lo que sus ojos veían no podían creerlo.

         La explanada se había convertido en un cementerio donde abundaban cruces sobre tumbas humeantes bajo un tenebroso cielo, susurros lejanos y sombras casi humanas que parecían moverse de un lado a otro acercándose a ellos en forma amenazante.

         En medio de esa tiniebla, sin pensarlo dos veces, horrorizados y con los pantalones mojados con desesperación treparon la cerca y corrieron a la plaza subiendo las gradas para aferrarse a la puerta de la iglesia implorando auxilio y rezando en voz alta.

         El laberinto ocasionado despertó a los pobladores quienes, al llegar a la plaza, coincidiendo con el grupo de perseguidores que venía de Huamantanga, encontraron a los dos fugitivos exhaustos y a punto de desmayarse. Sorprendidos todos intentaban hallar respuesta de lo ocurrido, pero ambos solo respondían con palabras balbuceantes y entrecortado: “…el otro, el otro cementerio…”.

Junto al fogón, relatos de vida y del alma.

jueves, 22 de agosto de 2024

Los gentiles

    Los gentiles son parte de la mitología que cuentan nuestros ancestros. Cuentan los abuelos que estos Gentiles no eran personas, sino que eran semejantes a los duendes de piel blanca, cabellos rojos o rubios, de abundante pelo en el cuerpo y de una piel callosa y dura, vivían en cuevas o pequeñas casas llamadas chullpas. Estos Gentiles se caracterizaban por ser de naturaleza maligna, eran egoístas y ambiciosos, se mataban entre ellos, robaban y violaban, cometían incesto y toda clase de aberraciones. Se dice que por todo ello los dioses decidieron castigarlos con el exterminio, pero de entre ellos sus chamanes y hechiceros pudieron predecir la decisión de los dioses, así que avisaron a su gente para que se escondieran y prepararon.

   Los dioses provocaron sismos, lluvias, incendios y sequías, pero los Gentiles resistieron todas estas las calamidades hasta que llovió fuego del cielo y del horizonte salieron dos soles. Los gentiles que fueron alcanzados por los rayos de estos soles se convirtieron en piedra, los que fueron alcanzados por la lluvia de fuego se convirtieron en cenizas que hicieron infértil a la tierra. Los que lograron ocultarse murieron con el tiempo al no tener que comer y los lugares donde murieron quedaron malditos, así como sus restos (huesos).  
Aun hoy en muchas zonas de los andes a estos lugares malditos se les conoce como Waripuquio (manantial), Waricocha (laguna), Wariurco (cueva de montaña) y Warichullpa (casa o edificación). Cuando se encuentran restos óseos o ropas antiguas en estos lugares las personas prefieren no tocarlos y alejarse, ya que existe la creencia de que los Gentiles aun muertos pueden poseerte o meterse dentro de tu cuerpo hasta causarte la muerte.

martes, 20 de agosto de 2024

 Batán, uno de los instrumentos prehispánicos más emblemáticos de la gastronomía peruana

Para conocer –y entender– la gastronomía peruana hay que primero adentrarse en el origen histórico de cada uno de los platillos que componen su atractiva y majestuosa carta. Si bien son la mezcla de insumos y especias correctas  las protagonistas de su éxito, son las técnicas ancestrales las que han conseguido que la unión de ingredientes se convierta en toda una obra de arte culinaria.

Uno de ellos es el milenario batán. “Parte clave de nuestra historia, cultura y cocina”, dice Mónica Huerta, propietaria de la Nueva Palomino. Este instrumento, conocido también como la mano, está compuesto por una suerte de mesa ligeramente ahuecada hecha de piedra de río lisa –donde se colocan los insumos-  y sobre ella otra piedra en forma de media luna, con la que estos son molidos en su estado más natural.

En su mayoría es usado para crear platillos cuyo aderezo está hecho de granos y hierbas trituradas o para crear salsas hechas a base de ají.

Legado milenario

El batán, dice el historiador Enrique Ramírez Angulo, era empleado por los antepasados para lograr “sacar la esencia de los insumos”.  “La prieta aprieta a la piedra y en medio tenemos la materia, este es el santuario culinario de donde se sacan los aromas y los sabores. El alma misma del insumo”, señala.

En principio, el batán era muy usado por los incas para moler el maíz y con la llegada de los españoles pasó a ser usado para exprimir al máximo la mezcla de especias y así lograr los más majestuosos aderezos. Especialmente para las picanterías, donde lo han considerado de generación en generación como la pieza clave para el éxito de sus platillos. La ciudad de Arequipa es uno de los lugares donde consideran al batán parte de su cultura.

El Inca Garcilaso de la Vega también dio algunos alcances sobre el uso del batán allá por su época. “No molían en morteros, aunque los alcanzaron, porque en ellos se muele a fuerza de brazos por los golpes que dan, y la piedra como media luna, con el peso que tiene, muele lo que toma debajo, y la india la trae con facilidad por la forma que tiene, subiéndola y bajándola de una parte a otra, y de cuando en cuando recoge en medio de la losa, con la una mano, lo que está moliendo para remolerlo, y con la otra tiene la piedra, la cual con alguna semejanza podríamos llamar batán, por los golpes que le hacen dar a una mano y a otra. Todavía se están con esta manera de moler para lo que ha menester”.

https://www.facebook.com/watch/?v=1262096910595025

De generación en generación

“La técnica del batán tiene un futuro emocional”, dice Ramírez. Por lo que su uso debe continuar  tal y como lo hicieron –y desearon– las picanteras de antaño. Según cuenta Huerta, la tradición se regía de la siguiente forma: cada vez que una picantera planeaba dar un paso al costado, le concedía la mano –piedra con la que se muelen los insumos– a su hija, a fin que ella continúe el legado de la familia. “Símbolo de transmisión de legado, de su sazón y de su amor”, cuenta.

Otra de sus leyendas más simpáticas dice que tras recibir la visita de otra picantera, la dueña de casa escondía lo escondía, pues según las creencias cada uno tenía su magia y podía ser robado con motivo de conseguir imitar la sazón creada por el batán.

Cabe destacar que también es empleado en otras regiones del Perú, entre ellas Ayacucho, Cajamarca, Áncash, Piura y La Libertad, principalmente en sus comunidades y en sus áreas rurales. En Pucallpa, el batán sufre una variación: la parte de abajo está elaborada con madera de shungu, conocida por su alta resistencia.

Fuentes: UNMSM/ Sommelier/ Deutsche Welle

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 La muñeca de trapo Era una mañana soleada en la villa. Javier, un chico de 10 años, junto a “Blanco”, su pequeño y fiel can, regresaban d...