martes, 29 de julio de 2025

Los susurros del “Enemigo”

     El sol se escondía tras los cerros y la noche con su manto oscuro se acercaba a cubrir los campos quipaneños. Con la hora retrasada debido a un desarreglo en los aparejos del asno que llevaría una ligera carga de leña, desde Shequi, Paula, subía la cuesta cabalgando sobre su dócil yegua alazana.

    Con apuro avanzó arriando al asno con la carga, y al llegar al puquio de Canín, ubicado al costado de una peña con gran pendiente, de donde discurría un pequeño riachuelo, los animales se detuvieron a beber agua. Mientras esperaba, un breve susurro se dejó escuchar en sus oídos, era un ruido suave que por ratos se hacía más audible pero que luego desaparecía, haciendo un esfuerzo solo pudo entender una palabra que se repetía: “Recógelo, recógelo, …”. Extrañada ante la ausencia de algo o alguien que la produzca decidió bajarse de la yegua y al hacerlo vio que, a un lado del camino, tendido sobre el suelo un tierno cordero de oscuro pelaje emitía un estridente balido que insinuaba tristeza, y que aparentemente parecía abandonado y asustado.

    Conmovida por lo que a pesar de la tenue luz del ocaso podía ver trató de acercarse, pero el cordero se levantó y comenzó a caminar. Tratando de alcanzarlo, Paula, volvió a escuchar aquel extraño susurro y sin darse cuenta se dirigió al extremo del acantilado llegando muy cerca al peligroso borde.  Al intentar detenerlo notó que el cordero cambiaba de forma convirtiéndose en un ser espectral casi humano con una mirada intensa y con sus manos que parecían garras que le señalaban que debía dar el paso al despeñadero. Sin reaccionar, paralizada por el miedo los segundos pasaban en medio de un silencio sepulcral que parecía haber detenido todo sin que nada o nadie pudiera ayudarla a salir de ese trance.

En ese entorno, en medio de la oscuridad nocturna, de pronto, la yegua alazana, alzando las patas, relinchó con gran fuerza apagando los susurros y rompiendo el silencio fantasmal que invadía aquel agreste paraje. En aquel momento, Paula pudo reaccionar, persignarse y dar media vuelta corriendo a cabalgar de nuevo para retomar el camino de retorno.   

Aun conmocionada por lo ocurrido, sin volver la vista atrás, con la luna apenas iluminando el sendero, no se cansaba de rezar y agradecer a su fiel yegua alazana que la salvó de aquel ser sobrenatural, que, sin dudas era “El enemigo”, el cual puede emitir susurros, tomar cualquier forma y aparecer en algún lugar con la intención de desviarnos del camino.

                                       Junto al fogón, relatos de vida y del alma


lunes, 28 de julio de 2025

Ritual a los Pukyos

  Pukyo o puquio son afloramientos de agua subterránea, unas son frías, existentes en las comunidades como las de Illahuara en San Pedro de Quipán y Punchauca en la cuenca baja del Chillón; otras son calientes como el de Churín etc.

  En 1656 en el pueblo de Quipán, había un puquio llamado Illahuara. El pastor Francisco Capacrachin, en la estancia de Bombón, pasando junto a este puquio «vio salir un arco llamado Turmangia que es un arco iris», con la visión del fenómeno el pastor se asustó y se enfermó. Al puquio se le conoció también con el nombre de «Pacha». Al enfermar la familia del pastor, el sacerdote hacía sacrificios //… habló diciendo deidad que estáis si escondida quien eres porque has enfermado a este pobre mozo, quieres acaso quitarle la vida declárame más yo te ruego que le des salud y diciendo esto la roció con los dichos polvos..» /.

    Después de esta ceremonia el enfermo se levantó bueno y sano.


Luis Cajavilca Navarro: Metamorfosis de los dioses y las sacerdotisas andinos en Huamantanga (Canta), siglo XVII

martes, 17 de septiembre de 2024

La muñeca de trapo

 La muñeca de trapo

Era una mañana soleada en la Villa de Quipán. Javier, un muchacho de 10 años, junto a “Blanco”, su pequeño y fiel can, regresaban del campo a donde fueron llevando el desayuno al peón a quien la familia había encargado regar una plantación durante la madrugada. 

Por ese lado del camino de entrada al pueblo se alzaba una antigua casa solitaria, abandonada y casi en estado ruinoso. Sus desgastadas paredes y ventanas revelaban el paso del tiempo y por su forma se podía presumir que fue habitada por una familia numerosa. Justo al pasar, por una extraña razón y sin motivo aparente “Blanco” se detuvo a ladrar sin parar originando curiosidad en Javier quien en su afán de hallar el motivo buscó una forma de ingresar trepando la vieja pared del lado posterior llegando a encontrar solo los restos de algunos utensilios tirados por el piso, muebles destruidos, y en una esquina pudo divisar lo que parecía una antigua muñeca de trapo con una extraña belleza y de colorido vestir tendida sobre el piso. Al notar que se encontraba en buen estado optó por guardarla en su bolso pensando en que sería un buen regalo para su pequeña hermana menor que pronto cumpliría año.

      Llegando a casa lavó la muñeca y la tendió al sol para secarla, por la noche la guardó en una caja, y muy cansado por el esfuerzo matinal se quedó dormido profundamente. Al siguiente día, al despertarse le comentaron que se había escuchado en la calle los sollozos y llanto de una niña que probablemente anduvo perdida por la noche, situación que no llamó su atención debido a que algunas veces ya había ocurrido.

    Conforme pasaban los días algunos pobladores comentaban que a la medianoche se escuchaba a una niña llorar por determinadas calles que venían desde los bajíos del pueblo y llegaban cerca de donde se ubicaba la casa de Javier y que no se había podido identificar a la causante. La séptima noche ocurrió algo muy extraño mientras dormían, “Blanco” comenzó a ladrar de forma muy intensa en la puerta; la pequeña hermana despertó muy nerviosa y asustada relatando que en sus sueños entraba una niña vestida de blanco y le reclamaba que le devolviera su muñeca. Esa noche mientras la oscuridad lo envolvía todo, en las calles, el llanto de la niña se escuchó con mayor intensidad y el agudo aullar de los perros fue persistente atemorizando a los pobladores.
Muy temprano, con la llegada del nuevo día, Javier, muy temeroso contó a sus padres lo que había encontrado y traído. Ellos, preocupados por lo que venía ocurriendo decidieron devolver la muñeca de trapo y dejarla conforme lo había encontrado, en aquel rincón de la antigua casa. Esa noche el aullar de los perros quedó en silencio y el llanto de la niña no se volvió a escuchar. La familia pudo dormir sin alterar el sueño y la tranquilidad volvió al pueblo. 
Al poco tiempo, al llegar la fiesta patronal contaron al sacerdote de turno lo ocurrido quien optó por hacer la bendición con el rociado del agua bendita al exterior e interior de la antigua y solitaria casa. Con el paso de los años los restos de sus ruinosas paredes, golpeadas por el viento y la lluvia, fueron desapareciendo llevándose al olvido a la muñeca de trapo.

Junto al fogón, relatos de vida y del alma.

lunes, 9 de septiembre de 2024

Los Abuelitos de Quipán

La danza de “Los Abuelitos” es parte del legado histórico de Quipán. En Julio, el pueblo de Quipán, distrito de Huamantanga, provincia de Canta, celebra la fiesta de la Vírgen del Carmen. En el baile de “Los Abuelitos,” unos hombres enmascarados bailan un pasacalle al ritmo melódico de un arpa.

El sincretismo cultural sirvió como un medio de resistencia y de adaptación para los oprimidos indígenas. Por eso es probable que el baile de “Los Abuelitos” originalmente fuera una parodia en contra de los españoles de Quipán. Nótese que las máscaras presentan las facciones de un hombre blanco, como la de los antiguos gobernadores españoles. Otros estudios aseguran que los abuelos personifican a las montañas (Apus) que rodean al pueblo. Parodia o no, ahora los Quipanenses guardan un profundo respeto por este baile.

El baile escenifica cinco etapas de la vida, desde la niñez hasta la vejez: el transporte, el transporte llano, el llano, el Saucecito y la Flor de habas. La sección más popular es ‘el Saucecito,’ de pasos y giros cadentes, que representan el cansancio de la vejez. Según el danzante Félix Ortiz, “el Saucecito te embarga de nostalgia y a la vez te recuerda todas las vicisitudes de la vida.” Tiene melodías cadentes y tristes, y los Quipanenses se emocionan al escucharlas. 

La indumentaria de baile se denomina “corriente de abuelo” y se comparte entre los familiares que participarán en la festividad. Desde el año 1905, los danzantes acostumbran vestir un terno negro, pero durante el Virreinato utilizaban sólo una capa o manta. Además del bastón (símbolo de autoridad), llevan también unos cascabeles en las pantorrillas.

La prenda más resaltante es la champa, gorro de cintas multicolores y de bordados florales que se extienden como una larga cabellera. Durante la época colonial, la champa era fabricada con la piel disecada de una persona o de un animal. Bajo la fachada de un ritual católico, los indígenas preservaron así sus costumbres con este baile. Como parte de un antiguo ritual, la champa facilitaba el proceso de mimetismo, es decir, la comunicación con los muertos, para así alcanzar estados alucinógenos o de trance durante el baile. Dicho ritual ahuyentaba a los malos espíritus y hacían que los Apus los protegieran de las sequías. Esto explicaría las actuales creencias de los Quipanenses: la mayoría tiene la superstición de que, de no practicar este baile, acaecerían muchas desgracias en el pueblo.

En la época colonial, la comunidad de Quipán se opuso ferozmente al dominio español. El general José de San Martín visitó Quipán durante su campaña de liberación, en Mayo de 1821. Se dice que los Quipanenses le dieron la bienvenida y le hicieron una demostración de la “danza de los Abuelitos.” Poco después San Martín tuvo una reunión con el último virrey, José de la Serna, para finalmente proclamar la Independencia del Perú.

SUMAQ

EL SEÑORÍO DE COLLIQUE

DIEZ DATOS QUE DEBEMOS CONOCER

Este gran señorío ocupó la parte baja y media del valle del Chillón, extendiéndose desde el mar hasta Chuquicoto, lugar próximo a Santa Rosa de Quives, perteneciente a la provincia de Canta. Al respecto, Rostworowski (2004) afirma: “En el Chillón el señorío Colli se extendía desde el mar a lo largo del valle, hacia la sierra, incluyendo el curacazgo de Quivi, y estaba compuesto por varios pequeños señoríos” (p. 28) . Durante su asentamiento en el valle del Chillón constantemente se enfrentaban a los Cantas por el control del Chaupiyunga, tierras productoras de coca; Sin embargo, en épocas de tranquilidad intercambiaban productos. Por otra parte, se sabe que el señor de los Colli, ofrecía constante y férrea resistencia ante las provocaciones de los Cantas y Chacllas; sin embargo, con la llegada de Túpac Yupanqui fueron sometidos. Posteriormente, durante los inicios del Virreynato un grupo reducido de Collis aún sobrevivieron, pero a fines del siglo XVI desaparecieron totalmente (Rostworwski, 2004).

https://issuu.com/indicesc/docs/collik_53/s/17395452 

Los susurros del “Enemigo”

       El sol se escondía tras los cerros y la noche con su manto oscuro se acercaba a cubrir los campos quipaneños. Con la hora retrasada d...