La Villa de San Pedro y San Pablo de Quipán se encuentra ubicada en el distrito de Huamantanga, provincia de Canta, en la Región Lima, a 3497 m.s.n.m., poblado en el que la fe, devoción y costumbres tradicionales son festejadas por sus residentes con mucha dedicación.
Una de estas fiestas es la de la Virgen del Carmen, en la que, Durante su celebración, del 14 al 17 de julio, la danza Abuelitos de Quipán se hace presente: heredada de padres a nietos es ejecutada cada año en esta festividad.
Javier Gonzáles director del Centro Cultural Niño Jesús de Canta manifiesta que esta danza ha sido reconocida como Patrimonio Cultural de la provincia. Este reconocimiento ha pasado por etapas: en el 2001 la Municipalidad Provincial de Canta emitió una Resolución de Alcaldía donde la reconoce como Patrimonio Cultural de la provincia de Canta, habiéndose previamente tomado un acuerdo en el Consejo de la Municipalidad de Huamantanga, posteriormente en el 2015 el Gobierno Regional de Lima también declara su puesta en valor con la ordenanza 024.
Según los investigadores, esta danza nace en la época de la Colonia donde se unen elementos de las culturas andina y española, siendo una danza que describe el proceso de la niñez a la ancianidad. Asimismo, rindieron homenaje a la Independencia danzando para el General don José de San Martín minutos antes del encuentro con el último Virrey del Perú José de la Serna, el 23 de mayo de 1821 en Punchauca, en representación de los pueblos canteños.
El traje o vestimenta es llamado Corriente de Abuelo, el cual puede ser alquilado o prestado; comprende las siguientes piezas:
En sus inicios se utilizaron mantas o capas, evolucionando con el uso del terno que data del año 1905 en color azul, marrón, gris o negro, camisa blanca, crema o celeste, corbata y zapatos negros que al decir de los propios danzantes les da mayor prestancia.
Los guantes o mitones es artesanía netamente quipanense, elaborada por las mujeres tejedoras de la zona, así como el chullo, cambiando de color cada día de ejecución del baile; la confección generalmente se inicia en el mes de marzo que, hasta julio, fecha de la celebración, ya tienen la cantidad completa para cada bailarín, así como las chalinas para los arpistas.
El pañuelo rojo colocado a la izquierda, reconocido para ellos como insignia de respeto, es bordado con flores de la localidad como el chalganto, claveles, macha macha, son las características tradicionales, llevando incluso el nombre de cada agrupación.
La Champa o casquete que va sobre el chullo cuyo origen se remonta a la época prehispánica, donde era confeccionado de piel humana o de animal y que con la llegada de los españoles fue cambiando a gorro tejido, ornamentado siempre con las cintas de colores que representan las cascadas de los riachuelos: entre 12 a 14 cintas de 3 cm. de ancho por 2 m. de largo; trenzas de cabello humano, que simbolizan a los curacas de los ayllus que conformaron Quipán, estas son donadas por las madres, esposas, enamoradas, quienes dan su cabello al abuelito, el cual lo trenza para ser colocado en la champa; tres espejos de estrella que representan la luz o el agua, y rosones elaborados de cintas multicolores.
Morescas o cascabeles, un aproximado de 120 en cada pierna, cuya finalidad de uso es para pedir agua o para espantar a los malos espíritus.
La máscara, confeccionada en madera de aliso, sauce, huancoy o caoba de color blanco castizo, con lunar en la mejilla, bigotes, patillas y ojos claros, si bien por su fisonomía no es la de un anciano, representa al señorito, al español, y con él también el mestizaje.
El bastón, elaborado antiguamente de la planta llamada Chayara, posteriormente hecho de madera de arbusto del lugar, pintado en charol negro o marrón, es el símbolo del jefe, de mando.
El acompañamiento es solo con arpa donde el músico con su habilidad marca y ordena los pasos de los danzarines, quienes bailan en parejas en grupo de 4, 6, 8 y más, ejecutando cada fase coreográfica; así los abuelitos se desplazan por las calles hacia las casas de los mayordomos que, por lo general, son dos por día.
La coreografía está ordenada por fases. Júver Adrián Zavala Vilcachagua, autor del libro “La danza de los abuelitos de Quipán”, sostiene que llegan a 12 o 14; el momento especial para los danzantes en su ejecución es el Sauce o Saucecito, que es la más aclamada, donde el danzante imita el movimiento del sauce como por efectos del viento: lo embarga la nostalgia, el abuelo recuerda todas las vicisitudes de su vida, llora al evocar sus recuerdos; después que lo supera, viene la Fase de Flor de Habas donde se muestra alegre, dinámico, zapateando; la melodía musical es muy triste en su inicio. Napoleón Mosquera es uno de los arpistas más representativos de las comparsas de los abuelitos.
El Huayno o dulcecito, es otra de las secuencias en la coreografía, la Fase el Transporte consiste en los pasos sincronizados de ambos pies, tronco flexible y el bastón fluyendo en movimientos cambiantes matizando con vueltas, taconeos y zapateos.
La Fase de Transporte Llano se caracteriza por los pasos deslizantes y el cuerpo medio flexionado; según el autor, para los abuelitos sería el paso del zorzal que remueve el follaje de las habas o del maíz durante el mes de junio. La tercera Fase, El Llanito, para los danzantes representa serenidad, paz y calma.
Entre los danzantes representativos cabe mencionar a Don Higinio Pedro Campos Zavala, quien enseñara esta danza en la Escuela de Folklore José María Arguedas; Paulino Arce, Jorge Santos, Ysaac Guardamino Ortiz, Eusebio Guillén Alberti entre otros.
INVESTIGADORA: NORA RITA MENDOZA NAVARRO
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