martes, 17 de septiembre de 2024

La muñeca de trapo

    Era una mañana soleada en la Villa de Quipán. Javier, un muchacho de diez años, regresaba del campo acompañado de Blanco, su pequeño y fiel perro. Ambos volvían luego de haber llevado el desayuno al peón encargado de regar la plantación durante la madrugada. 

    Por ese lado del camino que conducía al pueblo se alzaba una antigua casa solitaria, casi en ruinas. Sus desgastadas paredes y sus ventanas vacías revelaban el paso del tiempo; por su estructura, podía imaginarse que alguna vez albergó a una familia numerosa. Al pasar frente a ella, y sin motivo aparente, Blanco se detuvo de pronto y comenzó a ladrar con insistencia. Aquello despertó la curiosidad de Javier, que, tratando de descubrir qué había llamado la atención de su perro, buscó una manera de entrar. Trepó con cautela la vieja pared de la parte posterior y accedió al interior.

    Adentro solo encontró restos dispersos: utensilios rotos en el suelo, muebles vencidos por el tiempo y el abandono. Sin embargo, en una esquina, algo llamó su atención: una muñeca de trapo, antigua, de extraño encanto, vestida con colores aún vivos pese al desgaste. Javier la tomó entre las manos. Al verla en tan buen estado, pensó en su hermana menor, que pronto cumpliría años, y decidió guardarla en su bolso, convencido de que sería un regalo especial.

 

       Al llegar a casa, lavó con cuidado la muñeca y la dejó secar al sol. Ya entrada la noche, la guardó dentro de una caja y, agotado por el esfuerzo de la mañana, se quedó profundamente dormido. A la mañana siguiente, mientras se desperezaba, le contaron que durante la noche se habían escuchado sollozos y el llanto de una niña en la calle, como si alguien hubiera andado perdida en la oscuridad. Javier no le dio mayor importancia, aquello ya había ocurrido otras veces.

    Con el paso de los días, algunos pobladores comenzaron a comentar que, alrededor de la medianoche, se escuchaba el llanto de una niña en diferentes calles del pueblo. Decían que los sollozos venían desde los bajíos y avanzaban lentamente hasta perderse cerca de la casa de la familia de Javier. Nadie había logrado ver a la supuesta niña ni saber quién era.
        En la séptima noche ocurrió algo inesperado. Mientras todos dormían, Blanco se irguió de pronto y comenzó a ladrar con una intensidad desbordada, mirando fijamente hacia la puerta. La hermana menor despertó sobresaltada, temblando; entre lágrimas contó que había soñado con una niña vestida de blanco que entraba a su cuarto y le exigía que le devolviera su muñeca.
Afuera, la noche parecía contener la respiración. Sin embargo, al poco tiempo, los sollozos comenzaron de nuevo, más claros, más cercanos, resonando por las calles silenciosas. Los perros del pueblo aullaron sin descanso, y sus voces se mezclaron con aquel llanto, llenando la oscuridad de un temor que mantuvo a los pobladores despiertos hasta el amanecer.
    Muy temprano, con la luz del nuevo día, Javier, aún temeroso contó a sus padres lo que había encontrado y llevado a casa. Ellos, preocupados por los acontecimientos de las últimas noches, decidieron que lo más prudente era devolver la muñeca de trapo al lugar donde él, la había hallado. Esa noche, el pueblo recuperó su silencio. Los perros no aullaron y el llanto de la niña no volvió a escucharse. La familia durmió tranquila, y poco a poco, la calma regresó al pueblo.
    Al poco tiempo, con la llegada de la fiesta patronal, la familia contó al sacerdote de turno lo ocurrido. Él, tras escuchar con atención, decidió visitar la antigua casa y bendecirla, esparciendo agua bendita por sus interiores y alrededores, para dar paz a lo que allí hubiese quedado. Con los años, las paredes ruinosas fueron cediendo al viento y a la lluvia, desmoronándose poco a poco hasta desaparecer. Y con ellas, también se perdió el rastro de la muñeca de trapo, como si el tiempo la hubiera borrado junto con la historia que guardaba.


lunes, 9 de septiembre de 2024

Los Abuelitos de Quipán

La danza de “Los Abuelitos” es parte del legado histórico de Quipán. En Julio, el pueblo de Quipán, distrito de Huamantanga, provincia de Canta, celebra la fiesta de la Vírgen del Carmen. En el baile de “Los Abuelitos,” unos hombres enmascarados bailan un pasacalle al ritmo melódico de un arpa.

El sincretismo cultural sirvió como un medio de resistencia y de adaptación para los oprimidos indígenas. Por eso es probable que el baile de “Los Abuelitos” originalmente fuera una parodia en contra de los españoles de Quipán. Nótese que las máscaras presentan las facciones de un hombre blanco, como la de los antiguos gobernadores españoles. Otros estudios aseguran que los abuelos personifican a las montañas (Apus) que rodean al pueblo. Parodia o no, ahora los Quipanenses guardan un profundo respeto por este baile.

El baile escenifica cinco etapas de la vida, desde la niñez hasta la vejez: el transporte, el transporte llano, el llano, el Saucecito y la Flor de habas. La sección más popular es ‘el Saucecito,’ de pasos y giros cadentes, que representan el cansancio de la vejez. Según el danzante Félix Ortiz, “el Saucecito te embarga de nostalgia y a la vez te recuerda todas las vicisitudes de la vida.” Tiene melodías cadentes y tristes, y los Quipanenses se emocionan al escucharlas. 

La indumentaria de baile se denomina “corriente de abuelo” y se comparte entre los familiares que participarán en la festividad. Desde el año 1905, los danzantes acostumbran vestir un terno negro, pero durante el Virreinato utilizaban sólo una capa o manta. Además del bastón (símbolo de autoridad), llevan también unos cascabeles en las pantorrillas.

La prenda más resaltante es la champa, gorro de cintas multicolores y de bordados florales que se extienden como una larga cabellera. Durante la época colonial, la champa era fabricada con la piel disecada de una persona o de un animal. Bajo la fachada de un ritual católico, los indígenas preservaron así sus costumbres con este baile. Como parte de un antiguo ritual, la champa facilitaba el proceso de mimetismo, es decir, la comunicación con los muertos, para así alcanzar estados alucinógenos o de trance durante el baile. Dicho ritual ahuyentaba a los malos espíritus y hacían que los Apus los protegieran de las sequías. Esto explicaría las actuales creencias de los Quipanenses: la mayoría tiene la superstición de que, de no practicar este baile, acaecerían muchas desgracias en el pueblo.

En la época colonial, la comunidad de Quipán se opuso ferozmente al dominio español. El general José de San Martín visitó Quipán durante su campaña de liberación, en Mayo de 1821. Se dice que los Quipanenses le dieron la bienvenida y le hicieron una demostración de la “danza de los Abuelitos.” Poco después San Martín tuvo una reunión con el último virrey, José de la Serna, para finalmente proclamar la Independencia del Perú.

SUMAQ

EL SEÑORÍO DE COLLIQUE

DIEZ DATOS QUE DEBEMOS CONOCER

Este gran señorío ocupó la parte baja y media del valle del Chillón, extendiéndose desde el mar hasta Chuquicoto, lugar próximo a Santa Rosa de Quives, perteneciente a la provincia de Canta. Al respecto, Rostworowski (2004) afirma: “En el Chillón el señorío Colli se extendía desde el mar a lo largo del valle, hacia la sierra, incluyendo el curacazgo de Quivi, y estaba compuesto por varios pequeños señoríos” (p. 28) . Durante su asentamiento en el valle del Chillón constantemente se enfrentaban a los Cantas por el control del Chaupiyunga, tierras productoras de coca; Sin embargo, en épocas de tranquilidad intercambiaban productos. Por otra parte, se sabe que el señor de los Colli, ofrecía constante y férrea resistencia ante las provocaciones de los Cantas y Chacllas; sin embargo, con la llegada de Túpac Yupanqui fueron sometidos. Posteriormente, durante los inicios del Virreynato un grupo reducido de Collis aún sobrevivieron, pero a fines del siglo XVI desaparecieron totalmente (Rostworwski, 2004).

https://issuu.com/indicesc/docs/collik_53/s/17395452 

DANZA ABUELITOS DE QUIPAN

La Villa de San Pedro y San Pablo de Quipán se encuentra ubicada en el distrito de Huamantanga, provincia de Canta, en la Región Lima, a 349...