La muñeca de trapo
Era una mañana soleada en la Villa de Quipán. Javier, un muchacho de 10 años, junto a “Blanco”, su pequeño y fiel can, regresaban del campo a donde fueron llevando el desayuno al peón a quien la familia había encargado regar una plantación durante la madrugada.
Por ese lado del camino de entrada al pueblo se alzaba una antigua casa solitaria, abandonada y casi en estado ruinoso. Sus desgastadas paredes y ventanas revelaban el paso del tiempo y por su forma se podía presumir que fue habitada por una familia numerosa. Justo al pasar, por una extraña razón y sin motivo aparente “Blanco” se detuvo a ladrar sin parar originando curiosidad en Javier quien en su afán de hallar el motivo buscó una forma de ingresar trepando la vieja pared del lado posterior llegando a encontrar solo los restos de algunos utensilios tirados por el piso, muebles destruidos, y en una esquina pudo divisar lo que parecía una antigua muñeca de trapo con una extraña belleza y de colorido vestir tendida sobre el piso. Al notar que se encontraba en buen estado optó por guardarla en su bolso pensando en que sería un buen regalo para su pequeña hermana menor que pronto cumpliría año.
Llegando a casa lavó la muñeca y la tendió al sol para secarla, por la noche la guardó en una caja, y muy cansado por el esfuerzo matinal se quedó dormido profundamente. Al siguiente día, al despertarse le comentaron que se había escuchado en la calle los sollozos y llanto de una niña que probablemente anduvo perdida por la noche, situación que no llamó su atención debido a que algunas veces ya había ocurrido.
Junto al fogón, relatos de vida y del alma.